viernes, 25 de abril de 2008

Manual para entender el mundo

La acumulación de información por sí sola nos llevaría a actuar de determinada manera sin pensarlo mucho, una especie de estadística aplicada por decantación. En este punto no faltarían todos aquellos que quisieran remarcar la importancia del razonamiento humano señalando el proceso lógico que ocupa el pensamiento cuando llegamos a una conclusión.
Pero es raro que las conclusiones realmente útiles cristalicen en nuestras mentes con un orden realmente lógico. Si tenemos que tomar una decision importante para nuestras vidas, resolver un misterio que se presenta imposible o tratar de interpretar que quiso decir alguien con su actitud, tal vez confiemos en una idea que nos llega como una profunda sensación de certeza. Es una sospecha que no entendemos completamente ni podemos explicar, pero que reclama su derecho como si una réplica de nosotros de una linea distinta de tiempo nos la estuviese alcanzando. Entonces si, rápido acuden quienes quieren que escuchemos esa voz interior para guiar nuestras vidas, a lo que otros llaman confiar en el propio instinto, otros escuchar lo que dice el corazón.
Es un terreno realmente empantanado por el engaño de aquellos que atribuyeron esa voz ineludiblemente propia a otros seres que querian engañarlos o aconsejarlos mejor. Ya no podemos pretender que Abraham quería asesinar a su hijo por orden de un ángel, ni creerle a un asesino serial cuando dice que un demonio le ordenó que matara a tu esposa, a tu madre y a tu hija. Pero es cierto que mirando el mar, el techo de nuestra habitación por la noche o una esquina por la ventana del colectivo podemos experimentar que esa sensacion nos invade por completo. Cuando hube entendido estas experiencias no me pareció entonces extraño que se utilicen las palabras "revelación", "divino" o "espíritu" para interpretarlas, antes esbozo una sonrisa leve y llena de desdén primero, cuando pienso lo que significa querer explicar la lluvia por un cielo entristecido, y de odio después cuando recuerdo toda la tración que ha consumado esa gente hacia la humanidad, cuantas muertes estúpidas provocaron directamente. La fe indudablemente existe, y no es inofensiva. Una espantosa resignación me llega cuando veo que solo hace falta estar convencido de que un ser infinitamente poderoso me ordena que haga algo para hacer lo que sea sin sentimiento de responsabilidad alguna. "Los caminos del señor son misteriosos", dicen, como si no entendieran que en ese caso ellos mismos no podrían saber nada de ellos, ni podrían pretender que yo no quiera saber qué caminos son esos. Triste. Injusto.

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