jueves, 18 de diciembre de 2008

El cazador de vampiros

Cuando era más pendejo que ahora creía en los vampiros. Había leído algunos libros de Anne Rice y me pasaba ratos pensando en todo lo que podría hacer siendo vampiro. No hubiese sido problema no tener más vida diurna, total uno se acostumbra a todo a la larga como si fuese lo más normal del mundo. Pero sabía que aún cuando existiesen, podía pasar toda mi vida sin ver a uno, no me los imaginaba desesperados por hacerse conocer, al contrario. Y eso me angustiaba.
En algún momento tomé un viraje un poco más empirista, y eso incluía tomar cada creencia de cualquier persona en algo que nunca haya visto como un producto derivado de sus necesidades internas, arraigadas en su entramado psíquico en base a su historia de vida. A partir de ahí fue como tener la katana de Ockham y empezar a cazar a todos los mitos urbanos, a todos las leyendas folklóricas, a todas los héroes religiosos, a todo lo tomado como “sobrenatural”. No fue un proceso de introspección pacífico, fué una masacre. Básicamente se trató de prestar atención a las sensaciones que implicaba ocuparse de cada una de esas cosas, y deducir por dónde pasaba en cada caso el placer de desear que existiesen. Las personas en general tienen terror a considerar sus fantasías bajo este lente, se ponen nerviosas cuando entienden intuitivamente que todo su ratoneo trascendental es en el fondo una masturbación apoyada en “lo que la ciencia no puede explicar”. Muy conveniente. Es como cuando un adolescente busca refugio en la intimidad del baño para relajarse un poco jaja


Un día le llegó el turno a los vampiros. Se las hago fácil: deseo de inmortalidad (nada que explicar), identificación con la vida nocturna (aspectos latentes de la personalidad), atracción por la sangre por medio de la succión (rebrote del placer de cuando tomamos leche de una teta gigante para vivir, la sangre es una distorsión de la leche, el sentido de principio vital es lo que permanece), volar (voyeurismo en mi caso), ser convertido por una vampiresa muy pervertida (Ja!), fantaseo psicoquinético ... ya entienden lo que quiero decir. Ninguno de estos deseos es paranormal, y no es difícil entender que alguien tenga mucho interés en que existan los vampiros si disfruta tanto pensando en qué haría siéndolo. En el momento en que se hace claro que es mucho más simple y por eso más probable, explicar la idea del vampiro como un fantaseo que encaja con muchas aspiraciones que solemos tener los humanos, antes que como una especie efectivamente existente, el corte está hecho.

Éste es el punto donde golpeo siempre y con gran placer. Ni los vampiros , ni los extraterrestres, ni los santos, ni los ángeles, ni las sirenas, ni los hombres-lobo, ni Medusa, ni las ninfas de un estanque encantado, ni ningún dios soportan ese daño. Todos ellos caen…y adoro verlos caer.


Perdemos fantasías, pero ganamos algo mucho más interesante… porque esas necesidades siguen estando ahí, y reclaman una satisfacción que no necesita para nada de superpoderes mágicos. En vez de pensar que bueno sería, hay que retrotraer cada deseo hasta alguna fuente viable en el mundo físico. Lo más difícil no termina siendo aceptar alguna clase de inmortalidad cultural en vez de la orgánica, usar el simbolismo de la noche para hacer ciertas cosas, o disfrutar estéticamente de un cuello femenino. Lo más difícil es atreverse de una vez a hacerse cargo frente al resto de los humanos del deseo irrefrenable de exprimirle placer al cuerpo viviendo ciertas experiencias y sobrevivir al vacío que eso produce. Una y otra vez. Hasta la muerte. Yo te reto a hacerlo.


Imagen: "Hylas and the Nymphs", de John William Waterhouse