domingo, 10 de julio de 2011

(intento de) Análisis de poesía: Fiesta, de Alfonsina Storni


Fiesta[1]
Junto a la playa, núbiles criaturas,
Dulces y bellas, danzan las cinturas
Abandonadas en el brazo amigo.
Y las estrellas sirven de testigo.

Visten de azul, de blanco, plata, verde...
Y la mano pequeña, que se pierde
Entre la grande, espera. Y la fingida,
Vaga frase amorosa, ya es creída.

Hay quien dice feliz:-La vida es bella.
Hay quien tiende su mano hacia una estrella
Y la espera con dulce arrobamiento.

Yo me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco
Contemplo el mar lejano, negro y fosco.
Irónica la boca. Ruge el viento.

Se trata de la proposición de un escenario típico de la época, y en particular para la mujer. Como conocedora de la poesía clásica que es, la autora no ahorra recursos líricos para retratar la escena en su esplendor, a la vez que se guarda algunos trucos para el final, una vuelta de tuerca.
En primer lugar, tenemos una primera estrofa plagada de términos que participan de un mismo campo semántico, en oposición a otro que irrumpirá después. Tenemos: “playa”, “estrellas” y “núbiles criaturas”. Es decir, una playa en la noche con mujeres pequeñas. Se trata de una analogía implícita entre las estrellas, como luz en medio de un cielo nocturno, y las “núbiles criaturas”, inocentes en medio de una playa oscura. La imagen evocada podría ser también las de las luciérnagas.
En la segunda estrofa irrumpe el 2º grupo, justo después de “una mano pequeña se pierde”: una mano grande que espera, y una frase amorosa fingida que es creída. Este elemento que irrumpe es el hombre, desde la perspectiva de la mujer. No vemos un rostro, no vemos una sonrisa, vemos una mano grande. A su vez, la repetición de la palabra “mano”, de modo similar a una ecuación matemática, provoca una anulación entre ambas, su repetición al mismo tiempo que evoca la imagen de una mano grande envolviendo a una pequeña, permite pensar en una pequeña, una niña, que se pierde. Una playa en la noche, es así el lugar donde las pequeñas pierden su inocencia. No es otra cosa lo que insinúan los versos sobre una frase amorosa fingida que surte su efecto, que es “creída”. El propietario de esa mano grande, claramente es el mismo de “un brazo amigo” en la cintura abandonada.
La tercera estrofa es similar a la primera, sirve ante todo para marcar un contraste con la que seguirá, donde la autora mostrará su carta final. Como parte de ese primer grupo del que se hablaba antes tenemos: “feliz”, “bella”, “estrella” y “dulce arrobamiento”. Está otra vez aludiendo a la inocencia, con “hay quien dice”, o sea existen personas que esperan de la vida lo bueno, lo bello.
La voz narradora entonces aparece en escena por primera vez diciendo “Yo”. Dice “Yo me vuelvo de espaldas”. Una negación, un rechazo manifiesto frene a la escena. En vez de ello, contemplación de un “mar lejano, negro, fosco (hosco)”. (y entrando ahora sí de lleno el segundo grupo semántico, contrapuesto al primero). Es una pose de una exiliada, de una ermitaña, desengañada de la sociedad, que prefiere la observación de la naturaleza a la de los hombres. Esa “irónica boca” remite naturalmente a todo lo que de fingido tiene la escena amorosa anterior, hacia lo falso en ella. Porque del mismo modo en que la poesía la niega a la autora ser mujer sin tratar de los temas que debiera tratar una mujer, forzada a tratar sobre el amor para ser una figura poética legítima, así es que las pequeñas no tienen mas opción, para cumplir sus deseos si los tienen, que fingir una inocencia que no poseen. La “frase amorosa que ya es creída” llega, incluso, a ese punto doble, de jugar con la ambigüedad acerca de quien miente a quien. “Irónica la boca” es ese gesto de lo malo conocido frente a quien (porque “hay quien”) aún extiende su mano hacia las estrellas. Ese gesto acaso evoca lo vivido, porque toda mujer que en el término de su inocencia no se deja envolver, no espera ser atrapada por el hombre y va en busca de su deseo, choca ineludiblemente con prejuicios, impedimentos y censura moral, que la excluyen del género femenino, de lo bello. “Ruge el viento”, dice al final, porque dando espaldas al amor, la voz de una mujer solo puede callar, parece decir.
Un último detalle a señalar, respecto del aspecto gráfico, de la organización visual de los versos: en la última estrofa, como esos mensajes en clave que un niño rebelde incluye en sus trabajos, usando la primera palabra de cada renglón, puede leerse así:

Yo (…)
Contemplo (…)
Irónica (…)


[1] Storni, Alfonsina, “Fiesta”, en Ocre, 1925.
 Imagen: Miranda- The tempest, de John Williams Waterhouse