sábado, 19 de noviembre de 2011

El polimodal (17)


Recién cerca de terminar el año fue que mas o menos me llegué a hablar con todo el curso. Con los varones del otro grupo tenía un diálogo escaso pero sin conflictos. Si en parte no me pasaban era por ser amigo de Daniel, pero servía como nexo diplomático entre ambos grupos para pasar mensajes. En todo caso, en el curso la mayoría eran las mujeres. Y nosotros éramos la envidia de cualquier escuela técnica.

Estaba Antonella, la rubia flaquita de ojos claros que tenía algo con Daniel, sin que él se preocupase por definir exactamente qué. Había algo de incondicional en ella, no hacía caso de nada que le dijesen sobre él, aún cuando las querellas viniesen de sus propias amigas. A la salida podía pasar que fuésemos todos caminando hasta su casa en El Talar para tomar algo, sobre todo desde que empezó a volver el calor.

Estaba Pamela, simpática, muy viva y con un cuerpo que cualquier mujer de 25 años le hubiese envidiado. Tenía un novio que siempre la venía a buscar en coche.Trataba con las demás como si fuesen nenas y ella toda una mujer (había algo de cierto en eso). Si por plebiscito se hubiese armado un ranking de las mujeres más deseables del colegio, Pamela sin duda habría estado entre las 3 primeras, mínimo.

Estaba Fernanda, enemiga declarada de Daniel (según él una “gorda resentida), siempre intentaba aprovechar cualquier cosa que pudiese separarlo de Antonella, de quien era amiga. A veces le pasaba que chocaba el costado de alguna mesa con su cadera, lo que enseguida desataba una carcajada de Daniel, y una mirada de ella hacia la profesora, que la miraba como diciendo "¿Qué quiere que haga? tenga más cuidado al caminar".

Estaban Cintia Gaona y Cintia Herrero, “las Cintias” como les decíamos los pibes. Las Cintias no hablaban mucho con nadie y siempre se quedaban en el salón, fuese recreo u hora libre. Por eso habían presenciado muchas de las nuestras, nos conocían bien. Jamás nos habían delatado en nada. A veces El Chileno les decía algo, interpelándolas, como “Cintía conozco un pibe que está loco por vos” y “Cintia-uno” (Gaona) se mantenía impasible, pero “Cintia-dos” se reía bajito, escondiendo la cara. Eran muy tímidas. Las respetábamos y cuidábamos que nadie se metiese con ellas.

Alejandra era la compañera de banco de Melina. La mayoría del tiempo parecía amable, pero nadie confiaba en ella, tenía fama de falsa y de meter cizaña. Su vínculo con Melina era estrecho, supuse que de alguna forma ambas se habían encontrado aisladas del resto. Alejandra por su conducta traicionera, y Melina por su falta de frivolidad, por su incapacidad para conversar sobre asuntos como el maquillaje o las novelas de la tele, por no poder hablar de los varones como lo hacían las demás. Claramente Melina no acostumbraba salir a bailar ni nada parecido. Tampoco mostrarse en los recreos para alimentar su ego, la mayoría del tiempo usaba su buzo canguro azul y rojo, escondiendo su buena figura. Supuse que eran amigas por esos acuerdos de entendimiento implícito, por saber que era eso o estar solas. Alejandra parecía entender mi situación más de lo que yo hubiese querido, de ella podía depender el desenlace del asunto con Melina, sentía que estaba a su merced. Para peor, Alejandra había tenido el año anterior algo con Héctor, que empezó a verse con su hermana, Gabriela. La tensión entre ellos era patente, así como la que soportaba yo por no poder llevarme mal con ninguno de los dos. No estaba acostumbrado a esa clase de conflictos.

Matemáticas fue la materia de la que casi nadie se libró hasta al final. Recién en las últimas dos semanas los que ya habían zafado pudieron salir afuera, mientras los demás rendían. Entre esas personas estaban las Cintias, que se sentaron en la escalera. Y entre esas personas también estábamos Melina y yo.


-Ya casi termina el año Palito…
-¿Te imaginás que estuviésemos viviendo siempre este mismo día?
-Cómo.
-Así, empezando el día, hablando esto, nos vamos cada uno a su casa, y al otro dia se repite lo mismo. Nada cambia.
-Sería raro.
-Sería tener todo el tiempo un deja vu constante. O algo así.
-¡Imposible! Si este día se repitiese siempre ¿Quién podría decir cuando empezó a repetirse?
-O sea…
-Si se repite para siempre, se repitió desde siempre, es un círculo cerrado. Si cada día es idéntico al anterior…
-No podría haber ninguna diferencia. No podría haber deja vu, a menos que…
-…fuesen siempre los mismos, exactamente la misma sensación. Todo.
-Formarían parte del círculo también. Claro. No habría chance de despertar ni de salir.
-Exacto.
-Y siempre hablaríamos de esto, de que no se puede salir de acá. Sería peor que la Matrix.
-La vida es sueño dice Calderón de la Barca.
-La vida es eterno retorno dijo Nietzsche.
-…
-…
-¿Me vas a extrañar Palito?
-Si Meli ¿Vos?
-No ¡Qué te pensás nene!
-Capaz mañana, en este mismo día que se repite para siempre, me decís que sí y yo me río de vos.
-No Palito, ya te dije es un círculo perfecto, no puede tener fallas. Siempre gano yo.
-No puede tener fallas.
-Nop.
-¿Te vas a algun lado?
-A la costa. Mi familia tiene una casa en San Bernardo.
-Ah.
-¿Vos?
-Mi familia tiene una casa en el Delta de Entre Ríos, un paraje desolado en medio de la nada. Probablemente me lleven ahí a contar los días que falten para volver.
-Ah bien.
-Mientras vos estés tomando sol o caminando por la playa, capaz yo esté destripando pescado o cortando yuyos con machete.
-La verdad me aburre la playa.
-Si, claro.

Pero el año terminó, y mientras mamá, Hernán, Elena y Fede se fueron a la isla por un mes, yo me quedé en casa con papá. Mamá no puso resistencia porque era bueno que hubiese alguien en la casa mientras papá trabajaba (diciembre de 2001 había instalado el miedo a los saqueos, todavía duraba). Pero también por el bien de sus vacaciones, por no tener que aguantarme. Intenté mantener la casa mas o menos en orden, saliendo adonde yo quería y cuando quería. Los pibes me pasaban a buscar a la tarde y así conocieron a mi viejo, que me daba algo de plata, no mucha pero sin hacerme planteos. Salíamos a andar en bici, yo agarraba prestada la de Hernán. O llevábamos el Sega de Daniel a lo de Antonella y jugábamos al Internacional Superstar Soccer (Deluxe). Y siempre que enganchábamos alguna repetición de los Simpsons, la poníamos.

Cuando mi familia volvió, y mientras ayudaba a organizar las cosas de los bolsos, Fede me puso al tanto de que no me había perdido de mucho. Yo ya sabía con toda seguridad que había sido uno de los mejores veranos de mi vida.

0 comentarios: