jueves, 17 de mayo de 2012

El polimodal (20)



La revista nunca se hizo. Fue otra de esas ideas que podíamos alimentar durante todo el día, primero en el colegio y después caminando por Pacheco, y que después quedaban en la nada. Todo dependía siempre de que se pudiesen o no concretar en el momento, o a lo sumo en un corto plazo muy inmediato. En parte por fiaca, pero también por concepto, porque la magia estaba en que las cosas pasaran en el momento en que eran concebidas, sin más sostén que la fuerza del impulso. Demasiada planificación siempre nos jugaba en contra. Una vez me fui al colegio con una muda de ropa en la mochila, y cuando terminó el recreo Daniel retuvo al Chileno en el patio, mientras yo me cambiaba y después convencía al curso para que participen de la joda. La idea era hacer como si nada y ver si el Chileno notaba la diferencia. De una remera blanca con jean pase a una celeste con un jogging negro. Cuando armamos grupo para hacer un trabajo práctico, el Chileno se me quedó mirando.
 -Te hiciste una paja y te acabaste encima.
-¿…?
-La remera, te la cambiaste.
-¿Qué? –mirándomela- No, flasháste Chileno.
-Dale pelotudo, te la cambiaste.
Los pibes miraban a Marcos con cara rara, y cuando el les preguntó buscando apoyo fue rechazado, incluso por Antonella. Daniel tiró:
-Me parece que la paja te está afectando a vos Chileno ¿Por qué no esperás que te suba la guasca al cerebro de nuevo?- y todos nos reímos, aislarlo era parte del plan. Cuando se puso de pie y le preguntó al resto de las chicas nadie le pasó cabida, y entonces se sentó y se me quedó mirando.
-Pero… ¿En serio no…? Yo te vi hoy. Era blanca la remera.
-¿Estás bien boludo? ¿Te pasa algo?- le preguntó Héctor.
-No, nada.
Y se quedó callado. Participó poco en el trabajo práctico, y me pareció que mordía la lapicera con más frecuencia de lo normal. Una semana después le aclaramos lo que había pasado y le preguntamos que pensaba del asunto.

-¡Ah yo sabía! Fue muy raro todo…
-Si pero el punto es que ya te habías rendido, no bancaste los trapos Chileno- dijo Daniel.
-Y bueno que querés también…
-Si pero el problema es que te elegimos a vos porque era difícil convencerte, si le decíamos a Palo que tu remera era plateada por mas que fuera negra el iba a decir que era plateada.
-¡Calláte puto qué decís!- protesté.
-¡Jaja! No Chileno pero en serio, esto nos preocupa porque significa que el individuo no puede soportar la presión de la masa si está solo- dijo Héctor.
-Siempre es mejor si por lo menos hay una persona que te entiende, sino te volvés loco. Es como en el Proceso de Kafka- dije, disimulando mi irritación.
-No sé si para tanto- matizó Marcos.
-Chileno yo no quiero decir nada, pero estuvimos hablando sobre tu conducta ese día, y notamos varias cosas- dijo Héctor.
-Primero que todo, después de eso casi no gediste más en todo el día. Hasta Melina te dio pié en una que dejaste pasar, con lo del gesto de la publicidad de toallitas- observó Daniel.
-Después casi no participaste para el trabajo práctico, estabas lento para copiar el dictado y mordiste tu lapicera más que en lo que va del año- dije.
-Bueno vayanse a la mierda. Me pueden chupar bien la pija.
-No entendés Chileno, no sos vos el problema, es todo. Esto significa que si no nos mantenemos unidos, la masa nos va a absorber y descomponer. Cuando termine el año, tenemos que encontrar la forma de no perdernos entre nosotros- dijo Héctor.
-No quiero verte a vos con 30 años reponiendo en un supermercado, a Palo llevando un carro de bebé con otro guacho de la mano y a Héctor demacrado por luchas sindicales dentro de una fábrica de mierda- dijo Daniel.
-¿Y vos qué hijo de puta? saliendo de un Mercedes. Tomatelá- dijo Marcos.
-Para mí que se hace futbolista y fracasa en la B. Se hace puto en el proceso- dije, intentando equilibrar las agresiones.
-No te enojes Chileno, fue para bien- dijo Héctor.
-Ya fue, no pasa nada.
-Sabemos que tenés sed de venganza, mas vale que la uses contra alguno de nosotros y que sea productivo- le dijo Daniel.
El Chileno lo miró. Después me miró a mí, pero no entendí el significado de esa mirada y seguimos caminando hasta dividirnos.

La semana siguiente nos juntamos a la noche en la avenida comercial. Cada uno había llevado una docena de huevos. La causa había sido cuando Héctor le dijo a Daniel que no rompa los huevos con el asunto de Fernanda y la hermana, y yo dije que por qué no comprábamos huevos para tirarnos a la noche desde un lado al otro de la ruta. Hicimos dos bandos. De un lado Héctor y yo, del otro el Chileno y Daniel. El condimento era que la comisaría estaba a 2 cuadras. Los lanzamientos eran por turnos, el bando que recibía los disparos no podía moverse ni taparse la cara. Daniel acertó a Héctor en el hombro, casi en el cuello. Daniel recibió uno de Héctor en la cintura. El Chileno me dio en el brazo, y yo apenas logré darle en la pierna. Los últimos tres tiros fueron reservados para un vale todo que no duró mucho, pero tuvimos oportunidad de poder tirar por encima de los escasos coches que pasaron. Un par tocaron bocina, pero como no le pegamos a ninguno nadie paró. Las veredas y la calle eran un chiquero, salimos corriendo una cuadra para adentro por las dudas. Cuando empezamos a caminar el Chileno se sacó uno del bolsillo de la campera y me lo aplastó en la cabeza con la mano.

-¡Eeeeh que puto que sos Chileno! –espeté.
-Muy rastrero, pero lo vale, mirá como te dejó- festejó Daniel.

Un reguero amarillo me caía del pelo embadurnado, manchándome la campera de jean. Yo no estaba realmente enojado, en el fondo estaba implícito que algo así podría pasar desde el momento en que propuse lo de los huevos, y me había tocado a mí. Así que cuando pude sacarme la mayoría de engrudo, y con pelo todo pegajoso, ya estaba hablando lo más bien. Y el Chileno me miró de nuevo, como esa vez hacía poco. Solo horas mas tarde, después de haber llegado a casa y mientras me daba una ducha, empecé a pensar en lo que Daniel me había dicho tiempo atrás, y en que Marcos podía estar celoso de mí por Melina.

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