A lo largo de la vida uno se encuentra en escenas indeseables. Tirando los ojos hacia arriba, la cabeza hacia atrás y contrayendo muchos músculos del cuerpo, contenemos la respiración para soltarla en un bufido de hastío. Nos preguntamos primero que tiene la otra persona en la cabeza para hacernos un planteo así, y mientras pensamos en eso para salir del paso también pensamos... "qué mierda hice yo para estar acá?". No me malinterpreten, en estos casos no se trata de adjudicarse parte de la culpa, sino de buscar de qué manera no previmos lo que iba a pasar para evitarnos un disgusto producto de la inmadurez ajena. Ante todo retrucar con la primer frase de indignación, implica seguir el juego y desperdiciar nuestro tiempo. Necesitamos una respuesta, tal vez una frase simplemente, que lleve a la persona enfrente a darse cuenta de que está haciendo el ridículo frente a nosotros y de que corre peligro de empeorarlo de manera legendaria, y eso sin que lo tome como una ofensa a su orgullo. El camino para ello consiste en que llegue a esa idea como producto de su pensamiento, que parezca su idea, y no en tener que aceptarlo directamente de nuestra boca. Hecho esto la persona de repente cobrará una especial disposición para abandonar el terreno, a lo que no debemos oponer ninguna resistencia. Pasado el peligro podemos sonreir satisfechos.
Una clase de persona especialmente propensa a crear estas escenas es la que no sabe regalar. Se supone que cuando uno hace un regalo resigna todo poder de decisión sobre ese objeto para dejarlo en manos del agasajado, pero estos personajes nunca aprendieron a desprenderse de algo, aunque no por eso eviten regalar cosas a sus seres queridos. El aparente misterio se resuelve cuando entendemos que si eso no representa un conflicto para ellos, y es que deben encontrar alguna satisfacción en generar la sensación de que les debemos algo, y no importa qué, solo les importa en el fondo la sensación a la que son adictos. Nunca desaprovechan la oportunidad para recordarnos ese excelente presente que nos hicieron y lo mucho que les costó, ni para hacernos los reproches mas asquerosos si descuidamos ese regalo en cualquier sentido. Claro que la satisfacción de la que hablo no es de la que sea fácil reconocer abiertamente, ante todo se trata de un placer que ellos mismos saben despreciable y vergonzoso, y ese punto es el que hay que hacerles sentir en peligro de ser expuesto de manera monstruosa. Incluso tal vez uno entrevea este entramado suyo mas claramente que ellos mismos, pero sea lo que sea que los seres humanos hagamos inconscientemente en el sentido freudiano (subconscientemente para otros), de la misma manera podemos hacer lo que sea necesario para defenderlo, y por eso no debemos subestimar a estas personas: monos con navaja, precisamente, con navaja.
La cagada con poder verlo así es lógicamente una repulsión a regalar durante un tiempo, porque como me dijo Damián hace unos días "che es una cagada que por eso de hacernos los no me importan los regalos, no nos regalemos cosas". Y tiene razón. Es lindo regalarle algo a alguien pensando en que le guste o lo necesite, saber que esa persona va a tener una sensación copada causada por nosotros, y no esperar nada más que precisamente eso. Para qué pedir más? Uno hace esas cosas en el fondo porque nos gustaría estar en el lugar de esa persona, y es una buena manera de ayudar a que sea asi haciendo eso, pero para que sea REAL está absolutamente prohibido hacer cualquier reclamo al respecto, la onda es que le surja a la otra persona como nos surgió a nosotros. Que gracia tiene sino? Pero esta gente no puede superar que la vida es así, que el otro no se complementa necesariamente a nuestro deseo, entonces invade terrenos de decisión. Invade a cada persona que interviene en algo que no resulta como quisiera. Pero a mí no. Eso me es sencillamente inadmisible, y por eso lo hago extremadamente difícil.
Imagen: título y autor desconocido (se acepta informacion XD)
viernes, 14 de noviembre de 2008
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1 comentarios:
Tu post me hizo acordar a algún que otro pensamiento extraño que he tenido con el tema regalos. A mi particularmente me encanta hacer regalos, pero siempre y cuando encuentre algo que para mi gusto va con esa persona, que pude captar su esencia en alguna cosa y siento que es perfecto. Entonces soy feliz al hacer ese regalo, por más que al otro no le guste(igual cuando hice regalos así creo que siempre gustaron). Lamentablemente no suele pasar muy seguido, y menos cuando se acerca alguna fecha de esas en las que uno esta obligado a regalar. Entonces opto por regalar cosas cuando las siento en cualquier fecha, sino termino regalando pelotudeces y me siento como el orto.
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