miércoles, 9 de noviembre de 2011

El polimodal (15)

 Muchas de nuestras conversaciones se trataban sobre cómo deberían ser muchas cosas. Uno de los principales blancos era la publicidad:

-¿Por qué las publicidades de dentífricos son tan pelotudas? Siempre ese lenguaje neutro, lo odio- dijo Daniel.
-Las de jabón para la ropa, para mujeres esclavas de la limpieza. Para mí fue como un trauma saber que diseñan todo eso de tocar el timbre de una mina para que parezca de verdad, es todo mentira, o sea hay un casting para elegir a esa mina que sale haciéndose la sorprendida- dije yo.
-Las del yogur violeta me dan ganas de ir a buscar al que las hace y deformarle la cara con un cutter, se piensan que no nos damos cuenta de que son para las viejas con cañerías tapadas- protestó el Chileno haciendo gesto alusivo.
-Están orientadas a targets específicos de la sociedad. Son estereotipos de consumidor que tienen estudiados, fórmulas que funcionan. No pueden salirse del esquema si no quieren perder plata- sentenció Héctor.
-Pero podrían hacer algo más copado. Dame la mitad de la plata y te hago una publicidad de la re puta madre- retrucó Daniel.
-Depende de que bien de consumo sea. Si es ropa, o un recital podés hacer de todo. Son cosas que definen tu identidad y que no son estrictamente necesarias. La plata que la gente gasta en eso no es parte de las cuentas del mes, es parte de los gastos de capricho. Ahí la publicidad trabaja sobre el deseo del consumidor, necesita tentarlo.
-Pero el jabón en polvo, el dentífrico, el limpiador antigrasa, el yogur laxante… son cosas que uno compra en teoría todos los meses- acoté, intentando seguir el razonamiento.
-Claro. Esas publicidades trabajan sobre la persona que recorre las góndolas pensando en lo que le hace falta en su casa. Alguien que está intentando ser responsable. Entonces no pueden trabajar con la tentación. Necesitan darle al que compra una imagen de gasto razonable, necesario, de conveniencia.
-Entonces siempre vamos a ver lo mismo. Para todo lo innecesario, publicidades que sorprenden, que intentan seducirnos con el impacto. Para todo lo necesario, la misma mierda de siempre, el mismo esquema que se repite. Es un asco- dije.
-Y va a ser peor. En el futuro las publicidades van a ser mucho más invasivas que ahora. Van a estar tan presentes que todo el asunto va a estar fuera de discusión. Ya es así en algún punto: Coca cola, Mc Donald´s, Disney… -concluyó Héctor.
-Yo podría vivir como creativo de publicidad. Haría mucho más que todos esos boludos juntos con menos recursos. Yo haría que las amas de casa compren espadas ninja y que los pelotudos como el Chileno compren una licuadora- dijo Daniel.
-Quiero una. Cuánto.
-No es tan fácil- dijo Héctor.
-Qué no. Lo que sea que pongas en la tele la gente va y lo compra. Y si no lo compra lo ponés de nuevo, y sino lo ponés de nuevo. La gente es pelotuda. Yo me aprovecharía mejor.

A veces la queja contenía sarcasmo, como si en el fondo supiésemos que no servían para nada, que nada podría en realidad cambiar, y que las cosas eran así porque no podían ser de otra forma. Esto por un lado coartaba cualquier chance a nuestras pretensiones de reformar del mundo, pero esa imposibilidad a la vez nos habilitaba entonces a expresar el enojo, aunque inofensivo, de la forma más corrosiva. Como en la música.

-Chileno ¿Por qué tenés una mochila de la 25? ¿Te hacés el rolinga ahora?- le pregunté una vez.
-Ni en pedo. Se la agarré a mi hermano. Necesitaba una.
-¿Saben que hay que hacer con todas esas bandas de mierda?- se metió Daniel.
-Cuáles.
-Como la de tu mochila: la 25, los gardelitos, Callejeros, Pier, Jóvenes Pordioseros.
-La Mancha de Rolando- agregué.
-Si, también. Primero hay que organizar un supuesto festival de rock en un estadio de fútbol. Después hacerles creer a cada uno que llegó su momento de tocar para que salgan todos juntos. La gente en las tribunas, todo lleno, popular, plateas. La parte de la cancha libre. Apenas terminan de entrar las bandas se cierran todas las salidas, quedan encerrados. Ahí hay que tirarles unas armas al piso.
-Onda gladiadores.
-Se. Entonces por los parlantes se escucha “como todas estas bandas de mierda son iguales, viven de hacer la misma música y confunden a la gente con su melodía mediocre, ahora todas van a luchar entre sí hasta la muerte. La última que quede, va a ser la única autorizada para tocar de esa manera tan nefasta. La gente pide sangre. A pelear”. Y listo.
-¿Y si al final quedan chabones de distintas bandas? Van a tener que armar una de última- dije.
-Yo soltaría unos leones tambíen- dijo el Chileno-, y si al final ganan los leones se termina el rock barrial. Para siempre.
-Yo me imagino- y me empecé a tentar, ya antes de relatar la imagen, eso me pasaba mucho- al flaco de la Mancha de Rolando, que se da cuenta de la que se viene antes de salir por la compuerta, y se quiere meter adentro, onda “¡Hace 20 años que tocamos nuestra música, qué nos vienen a decir, no merecemos estar acá!”, y cachetazo en la nuca ahí nomas, un empujón para que entre, la compuerta que se cierra y el chabón que mira alrededor, empezando a caer en la que se le viene.
-Y el flaco de Pier que ya lo espera con una llave cruz, decidido a que su banda sea la única, sabedor de su mediocridad o sea re asumido ya en el juego. Se la da en el mentón, no dura ni 5 segundos el chabon de la Mancha de Rolando, queda tirado en el piso mientras todos luchan por su banda y su vida. 20 años tocando y todo termina así. Charco de sangre- completó Daniel.
-El de la 25 que quiere tocar en vez de pelear y le cabe un espadazo en la jeta con el primer acorde. Juanse de los Paranoicos desde un palco vip, se cree a salvo, el Pity le corta el cuello y se lo tira a los leones. Por hijo de puta- dijo el Chileno.
-La gente enceguecida, agitando. Pide más- coronó Daniel.

Las risas podían durar mucho, según la capacidad que tuviésemos para construir las escenas, para ir agregándole cosas, manteniendo encendido el fuego. Todos los días conversaciones así, conciliábulos en los que nuestras miradas se cruzaban con entendimiento, en los que el mundo era continuamente destruido y reinventado. Cada uno de nosotros luchaba contra los titanes en su interior, intentando derribarlos. Éramos un ejército de 4.

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