Sinceramente creo que por parte de varios de mis compañeros, al menos en clase, hay cierto componente de ingenuidad en la crítica. En el fondo creo que se trata de la negativización del poder, y peor aún! de la relación de necesariedad entre saber y poder tal como la entiende Foucault. No creo que Foucault haya remarcado esa relación para combatir el saber-poder (lo cual para mí sería absurdo), sino en todo caso para una aplicación más prudencial de ese saber-poder que no sólo restringe sino que es productivo, y yo agrego: inevitable. Donde hay dos personas, hay poder, y si hay poder, no puede haber simetría. En ese sentido sentía que cada condicionamiento en el Reglamento hacía resonar en mí las palabras de Foucault:
“Se trata de saber no cuál es el poder que pesa desde el exterior sobre la ciencia, sino qué efectos de poder circulan entre los enunciados científicos, cuál es de algún modo su régimen interior de poder, cómo y por qué en ciertos momentos dicho régimen se modifica de forma global”
Tal como los humanos devenimos eventualmente en algún sistema lingüístico para interactuar socialmente, asimismo las sociedades se institucionalizan, es decir, asumen determinadas estructuras de poder que se construyen históricamente. En ese sentido, es inevitable que haya quejas. Mi interés no pasa entonces mientras leo el Reglamento en si podría o no ser diferente (por ejemplo desde la voz de un aspirante que no sume suficientes puntos), antes bien me preocupa pensar si efectivamente está basado en un sentido práctico con los intereses de
Concuerdo con la visión de Bordieu cuando enuncia el fenómeno de la acumulación de capital científico, de los mecanismos de prestigio, de los requisitos para publicar. El efecto de su exposición no pasa por negarle a la cientificidad toda validez, sino de negarle la validez absoluta per se, naturalizada. La ciencia produce un saber teñido de luchas internas, pero a diferencia de lo que entiendo como el sentir de algunos de mis compañeros, no a pesar de ello, sino en base a ello. Se trata de la relación indisoluble entre saber y poder. Me opongo a esa visión tanto como me opongo al que piensa que por ir a un matadero a presenciar como matan una vaca dejaría de comer carne. La mataría yo mismo, y yo mismo si quisiera ser aspirante no tendría problema en acumular mi capital científico en vistas a ello. No veo que haya conflicto.
Creo que aquellos que sostienen un idealismo colectivista no entendieron todavía el aporte de Malinowski cuando, en el seno de lo que se creía el exponente máximo del esprit de corps “primitivo” (las Islas Tobriand), demostró etnográficamente que tal pretensión era una falacia. El ser humano ha sido egoísta, es egoísta, y es razonable suponer que seguirá siendo así. Este énfasis mío viene al caso porque entiendo que es imposible que una institución pueda adecuarse a los intereses de todos, ya que concibo las estructuras de poder como los dispositivos por los cuales algún interés deviene históricamente dominante. A su vez, el poder institucionalizado se legitimiza mitificándose, escondiendo la violencia de su dominación imponiendo su versión de la historia como la verdad, imponiendo condiciones de enunciación de verdades. Y es claro que no puede ser de otra naturaleza el origen de toda ley coercitiva como en este caso lo es el Reglamento: el poder. Al decir de Foucault:
“Pienso que no hay que referirse al gran modelo de la lengua y los signos, sino al de la guerra y la batalla. La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa; no es habladora. Relación de poder, no relación de sentido”.
Cuando Foucault dice que el poder es productivo, quiere decir que además de restringir, lleva a producir saber, induce placer, hace actuar y hablar. De este modo, a cada restricción que el Reglamento impone, se crea a la vez un determinado espectro de posibilidades de creación de un saber, científico claro está. Por ejemplo, si el Reglamento otorga puntos por asistencia a seminarios, no sería raro que eso favorezca la creación y el sostenimiento de diversos seminarios; que para tener éxito en una entrevista el aspirante practique su elocución; que para poder ostentar publicaciones practique su estilo de escritura; etc. Y yo agrego, que además es productivo en el sentido de resultar en un mayor aprovechamiento de los recursos disponibles que en el caso en que el poder no estuviese. De ese modo ¿Hay que cambiar el Reglamento? Todo depende de si puede enunciarse otro Reglamento que pueda devenir en una mayor productividad científica (entendiendo dentro de ella a la producción concreta como a los discursos que hagan crítica de ella para una producción más prudente). ¿Es posible un Reglamento así? No lo sé, pero al llegar al final de esta evaluación estoy satisfecho al menos de haber encontrado un punto concreto a partir del cual en todo caso estipular dicho cambio.
Para concluir, me permito complejizar la relación poder-saber citando a Nietzche, lo que tal vez sirva a la hora de interpretar mi perspectiva de que no hay escape del poder, sólo puede haber encubrimiento:
“¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solución para todos los enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media noche? ¡Este mundo es la voluntad de poder, y nada más! ¡Y también vosotros mismos sois esa voluntad de poder, y nada más!"
Imagen: Lapins rouges, de Emmanuael Malin
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