
-¿y que onda?
-Se terminaron poniendo todos 10! jajajaja
-Ahhh cualquiera! un título así no lo cuelgo ni en la pieza eh
Por un lado asumiendo que esta cátedra se propoga reformular la lógica académica integralmente en estos términos, supongamos: ¿qué empresa tomaría como parámetro aceptable para tomar aspirantes a un puesto un promedio de una facultad donde todos tuviesen 10 en todo? entonces ¿Tiene sentido pensar la salida de ponernos todos 10 pensando en el sistema de mercado? ¿La lógica de mercado prescribe la lógica de la Academia? ¿Se pretende además de un cambio académico alguna clase de transformación del orden económico? No es mi caso al menos. Creo que la democracia tal como la conocemos es un asco. Pero también creo que la queja es una condición humana y una de las mejores conquistas es que haya libertad de expresión para la misma. Peor sería un sistema socialista donde no hubiese un marco cuantitativo para el mercado que de todas formas habría (en este caso hablamos de mercado laboral). Me hago cargo de esto, y me hago cargo de decir que en ese sentido ponernos todos 10 sería un delirio, y que afecta la calidad institucional de la Facultad, es decir da imagen de poca seriedad.
Por otro lado, ponernos todos 10 puede ser un medio para poner de relieve el malestar de la Academia, sin que por ello se pretenda que en un futuro plausible el nuevo sistema de calificación recaiga en que todo el mundo se saque 10 en todo. Tal vez esta cátedra sirva como un "parar la pelota", un "cerrar los ojos para ver" a lo Derrida, y permitirse pensar que se evalúa cuando se evalúa, bajo qué parámetros se califica. En ese sentido, ponernos todos 10 es llevar el propio sistema imperante al absurdo. Me gusta esa idea: somos poco serios, porque el sistema académico tradicional se volvió poco serio en primer lugar. De este modo, no hay que preocuparse por lo negativo de las repercusiones, puesto que viéndolo así, tales reacciones van acorde a nuestros fines: poner de relieve un malestar por las cosas que se están haciendo mal bajo la fachada de imagen institucional, y es que "algo anda mal en la Academia". Es una medida política en pos de una facultad mejor (y pobre el que hace política cuando dice que justamente no le gusta esa palabra).
Sabemos que la opción de calificación por grupos es inviable. Es decir ¿Cómo evitar que calificando yo a mis compañeros no empiece a jugarse una especie de circuito de retribuciones y venganzas, y que en base a ellos se instalen prácticas de negociación ("poneme 9 y yo te pongo 9")? Dada esa situación, yo sería el primero en empezar a pactar, pero nadie podrá negar que su juicio estará afectado por si el compañero lo aprobó a uno o no. Metodológicamente no es válido. En ese sentido creo que lo mejor que podemos hacer es separar evaluación de calificación, pero tal vez en un sentido muy diferente al que algunos entienden esa división. Pienso DE QUE (jaja) todos tenemos que tener 10 para evitar ese conflicto, lo cual implica que una calificación por ende debe provenir de un cargo institucional que permita al calificado sentir que una instancia superior a él determina su rendimiento (y así puede amortiguar el sentimiento de ofensa, porque no es lo mismo decir "el forro del profesor me reprobó" que decir "el forro de mi compañero de grupo me reprobó"). La relación indisoluble entre saber y poder. En cuanto a la evaluación, creo que no debe pasar por un momento a lo Operación triunfo en que el grupo le dice al alumno si estuvo bien o mal. Eso me parece una payasada ingenua, porque como dije, sería el primero en tomar represalias, y tales condiciones validarían mi estrategia, en mi caso y en el de cualquiera que la aplique. La evaluación creo que tiene que pasar por la valoración personal que cada uno hace de los miembros de su grupo sin que eso se ponga en juego como mecanismo de poder, de "poner nota" (siempre y cuando no entendamos a la mera interacción social en sí como mecanismo de poder, lo cual sería válido). En mi caso, estoy muy a gusto con mis compañeros (tal vez no lo estén conmigo pero bue), tanto en el taller en general como en la instancia de discutir los trabajos puntualmente me parece que valió la pena asistir siempre que pude hacerlo. En el plenario me encuentro con que a veces se vuelve un poco caótico porque las personas que hablamos más estimulamos a los menos propensos a hablar a que se queden en el molde, dando lugar a veces a sensaciones ficticias de consenso generalizado, cuando en realidad hay triunfo de unas perspectivas sobre otras. Las de los que hablan por sobre las de que no hablan. Y hasta ahí llega mi evaluación. No pretendo más.
Aún asi, me queda algo por remarcar. Nada de lo que dije quita el hecho de que sacándonos todos 10 alguien que quiera mejorar su promedio sonría satisfecho y en silencio. Esa persona sabrá que es imposible que en la otra cátedra todos saquen 10 (si es que alguien saca un 10 jajaja), y de ese modo se está beneficiando a costa de todos los que la cursan. Desde ese punto de vista, todos nosotros lo estaríamos haciendo. Pero no censuren al utilitarista, sea como sea, forma parte del colectivo y lo necesitamos. Negar que haya gente que busque sus intereses puramente individuales en esta materia nos cegará respecto del camino al consenso. Ofrezcámosle algo que él quiera (el 10), y obtengamos lo que nosotros queremos (una medida política). Y todos contentos! Pero... ¿No seré yo el utilitarista que busco ese 10 so pretexto de poner de relieve el malestar académico? Y eso qué importa. Se llama falacia ad hominem. Si mis razonamientos funcionan... funcionan. Así de simple.
Nota: este texto fué enviado como aporte al grupo de mails de la materia Epistemología y Métodos de Investigación social de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en relación al debate sobre el sistema de evaluación y calificación en la materia en corriente discusión al momento de la publicación de este posteo.
Imagen: Título desconocido, de Cam de León