A mediados de invierno, empezaba mi día cuando todavía era de noche.
De mis 5 pantalones 3 eran de jean y tardaban en calentar mis piernas.
El pasto de las veredas siempre estaba rociado de escarcha, y cruzaba la
plaza recibiendo el frío de costado, la nariz enrojecida. Saludaba los
faros de neón en silencio, testigos de mi marcha apresurada. En esos
minutos de caminata, pensaba en lo que había soñado, en la última que
hubiese hecho con los pibes, en las últimas palabras que había cruzado
con Melina, en las próximas que podría decirle. Mi conciencia del mundo
exterior nunca se espabilaba realmente hasta que cruzaba palabra con
alguien, o mejor aún, cuando veía el tumulto de gente al formar (andaba
muy justo con las faltas y no me quedaba otra que llegar temprano).
Entrábamos al aula teniendo que prender la luz, apagándola a mitad de
clase, cuando el sol despuntaba lo suficiente como para iluminar el
pizarrón y las carpetas. Tenía su encanto.
Hacia fuera, me volvía cada vez más ligero, impredecible. Por
momentos a caballo de un rayo eléctrico, arrojando salidas que caían
sobre el curso como bombas de napalm. Pero empecé a sentirme extraño.
Faltaban pocos meses para fin de cursada, y pensando en eso a veces me
ensimismaba mucho. Hasta entonces me había confiado en que las cosas
siguieran su curso, pero en el fondo tenía terror de exponerme. Estaba claro que la situación con Melina había llegado a un punto
decisivo, en el que no podía darse un paso atrás ni uno adelante sin
consecuencias. Ni siquiera detenerse. Ella parecía cómoda, no iba a
tomar la iniciativa. Por otro lado, el Chileno hacía sus movidas y
lograba entretenerla a base sus máximas de vida. De a poco se había
vuelto más refinado, sin perder el estilo, pero abandonando los puntos
más soeces que lo distanciaron de Melina en un principio. Melina sentía
que lo rescataba, su influjo lo empujaba hacia arriba. También a mí. Con
sus acotaciones nos ponía en constante entredicho. De nuestro
enfrentamiento velado ella era juez y testigo, con su risa.
Una de esas veces en que acompañaba a Héctor en el kiosco. Entre las
cosas en las que él sabía más que yo, además de política, estaba la
psicología, el psicoanálisis sobre todo. De chico había ido varios años
a una terapeuta, su familia se preocupó por la muerte de su madre. Él
decía que fue mas por no preocuparlos a ellos que por necesidad propia.
Llovía finito y lo ayudé a tapar las revistas con una lona transparente.
Él cebaba el mate.
-Sabés Palito que a veces me da pena por vos.
-¿Por qué?
-Porque siempre te agarro mirando a Melina. Vos pensás que lo escondés bien, pero es fácil darse cuenta.
-¿Qué se nota?
-Bueno, la situación en sí se nota, todo. La mina te tiene. Y vos podés decir lo que quieras pero te tiene.
-No sé si es tan así.
-Pero es así. Y al Chileno también. Esa mina los va a hacer pelear a
los dos, encima la tiene a Fernanda ahí al lado, te pensás que ella no
la aconseja… se cagan de risa de ustedes dos. Lo veo.
-…
-¿Qué onda con Carla?
-¿Cuál?
-La de 1º, no te hagas el boludo.
-Ah, si. Nada.
-Está con vos.
-Sí.
-Tiene lo suyo.
-Tiene.
-Qué onda.
-El otro día fuimos a la plaza.
-¿Y?
-Nada. Nos besamos y no sentí nada.
-Nada.
-Nada.
-Estás con la idea fija. Hasta que no te des la cabeza contra la pared no vas a parar.
-No voy a parar.
-Te estoy avisando eh.
-Yo sé Héctor, pero no es fácil…mientras más siento que estoy cerca
de… siento como si…. como si… algo empujara mi pecho hacia… como hacia
adentro y… y no puedo, porque de repente me paralizo, y pienso qué
podría decirle, cómo podría decirle, en qué momento, y entonces es como
si el mundo se viniera encima mío y yo… y a veces me siento tan capaz de
todo, de ir y decirle, y de… besarla… pero…
-Yo sé. Te pensás que no sé. No te diría esto si no sabría lo que es.
Pero tenés que parar un poco chabón. Tu problema es que estás demasiado
pendiente de ella y de tu idea de ella. Yo te puedo decir que veo cosas
de ella que…
-Qué vas a decir.
-Que no es la mina que pensás que es. Te está usando. Pero bueno
listo, no te vas a dar cuenta hasta que estés demasiado cerca, me parece
innecesario, me parece que…
-Eso es porque es amiga de Fernanda, es un tema tuyo eso, no me lo
quieras meter a mí. Yo no quiero estar con Fernanda, pero es amiga de
Meli y yo me hablo con ella, y bueno, son amigas, que querés que haga.
-¡No es eso Palito! Mirá cómo te ponés boludo. Pará un poco man.
-Mierda… yo… es que… no entendés.
-Si boludo, sí que entiendo. Estás enamorado, ya sé. Que te pensás
que no sé lo que estar con el corazón en la boca por una mina.
-No sé.
-Bueno, si sé. Escucháme bien porque si no puedo hacer que cambies tu
curso de acción, por lo menos escucháme esto que te voy a decir.
-El qué.
-Sobre el mito de la Medusa.
-Ahá.
-¿Conocés el mito de la Medusa? Era una mina tan linda que…
-¡Si, si!
-Bueno, pará. Los mitos son como mensajes cifrados que hay que saber
desenredar. Cuando podés hacerlo, te dan mucho más de lo que te podrías
imaginar. Escucháme bien porque esto te va a ayudar para lo que sea que
tengas en mente. Confiá en mí.
-Bueno. Dale.
Un señor vino y le compró un Crónica. Seguimos.
-Qué pasa cuando los hombres miran a Medusa.
-Se convierten en piedra.
-Bien. Por qué.
-Porque tenía la cabeza llena de víboras y era horrible.
-Ahí está el error. Dijimos que Medusa en un principio era linda. Demasiado linda.
-Se cogió a Zeus y Hera la castiga, convirtiéndola en…
-Bueno ahí está. No te quedes con que es fea, eso es lo que Hera, envidiosa, quiere pensar de ella.
-No entiendo Héctor, das muchas vueltas.
-Quedáte con esto: Medusa es linda, demasiado linda.
-Ahá.
- Ese su poder sobre los hombres. Cuando los mira, los convierte en piedra.
-Los paraliza.
-Claro ¿Entonces qué hacés?
-La prendo fuego.
-…
-Bueno a ver.
-¿Cómo vence Teseo a Medusa?
-Usa un espejo. Un escudo como espejo.
-No la mira. Mira su reflejo.
-Si.
-¿Entendés?
-No sé. Creo que no. Si no miro a Melina va a pensar que estoy enojado o algo, y el Chileno va a ganar terreno, y yo…
-No. Pensá un momento lo que te digo ¿Cómo se vence a la Medusa?
-…
-Y pensá, no es Medusa la que nos vendieron, no es Medusa la víbora
gigante y horrible. Es Medusa la que se cogió al dios del Olimpo.
-Cualquiera puede caer.
-Por qué.
-Porque se dejan llevar. Se arrastran por ella.
-Bien.
-Y Hera representa a todas las mujeres decentes que son cornudas por
culpa de la atorranta de turno. Para ellas los hombres son pollerudos.
-Bueno… en realidad…
-¡Si, si, es eso! Mujeres así son la base de todo, madres de familia,
que se casan para poder dejarse estar, asentarse. Entonces viene la
pelirroja de Rogger Rabitt y les roba al muñeco, pero para ellas es un
monstruo. Ese es el cuento, eso es. Medusa es Lilith.
-Más o menos. Lo importante es por qué los hombres caen con Medusa.
-Pierden.
-¿Y vos cómo vas con Melina?
-Al precipicio… si…
-Directo ¿Sabés por qué?- me da el mate-. Y esto es lo que te va a
volar la cabeza si lo agarrás bien. Miráme bien. Concentrá toda tu
atención en este momento.
Una vieja le compró la Predicciónes mas una revistita de crucigramas.
-Estoy.
-Lo que vos ves en Melina y que te corta la respiración, no es Melina
en sí misma, es lo que de ella resuena en vos. Es lo que de ella está
en VOS mismo, en TU ideal de mujer –puso un dedo en mi pecho-. Cuando
ella hace o dice algo, o cuando te ponés a mirarla, ella hace eco en esa
parte de vos, y te destruye por dentro. Ella no tiene idea realmente de
esto que produce.
-¡Algo tiene que saber!
-Me animo a decir que en todo caso sabe muy poco. Incluso yo hoy me doy cuenta que estás más metido de lo que pensaba.
-Me carcome lentamente. Todos los días sonrío mientras me retuerce el
corazón como un trapo de piso… no sé que hacer Héctor- me puse a
llorar.
-Yo sé Palito, yo sé que estás sufriendo. Pero tenés que entender
esto. No se trata de Melina, no esencialmente. Se trata de vos. Estás
agarrando un fierro caliente todos los días, luchando por no convertirte
en piedra y ella no sabe nada.
-Tiene que saber…
-Sabe algo, si, pero ¿Hasta qué punto? Y no es contra ella, digo, o sea ¿Podría ella realmente saber? ¿Entendés?
-No, no, pero ella… -sonándome los mocos- en algún momento tiene que saber, algo tengo que hacer.
-Si, pero no. De eso te quería hablar, porque te veo que vas para ahí. Vos estás pensando en agarrarla y decirle todo.
-Si…
-Error. Si lo hacés, perdés. Te convertís en piedra. Y no porque a ella no le pase nada con vos, no es eso.
-Qué es.
-Es una cuestión de saber dominarse. Ella tiene que poder ver en vos que podés dominarte, y llegado el caso, dominarla.
-¡Yo no quiero dominarla!
-No quise decir eso… puede haber un equilibrio, pero en algún momento
un hombre tiene que poder agarrar las riendas. Las mujeres lo
necesitan. Y si querés que las cosas te salgan bien, lo vas a tener que
poder hacer. Sino, olvidáte. Podés ser inteligente, gracioso, tener
encanto, todo lo que vos quieras. Pero si no tenés eso, no tenés nada. Y
una mujer desde que nace aprende a saber quién lo tiene y quien no. Y
Melina es muy viva, eso te lo voy a reconocer.
-No tiene por qué ser así todo.
-Decíme una cosa ¿Qué imaginas cuando pensás en estar con ella?
-Cosas.
-Bueno, pero qué cosas.
-Pienso… en caminar de la mano. Reírnos. Cosas así.
-¿No pensás en “hacerle el amor”?
-A veces. Intento no pensar mucho en eso.
-Pero pensás.
-Ponele.
-Y no te atrevés a pensarlo ¿Te das cuenta? Porque no se trata de
Melina, se trata del ideal de mujer que no querés violentar ¿Entendés?
¿Ves como todo esto tiene toda una cosa interna de la que ella nunca se
entera?
-Algo. Pero yo no lo había pensado así, o sea, está la Idea, y está el mundo, y la Idea proviene del mundo.
-Si, Palito, exactamente. Platón no es el camino. Tenés que dejar de
ver en ella tu ideal de mujer, tenés que poder verla tal como es. Es una
mina linda, es inteligente, tiene imaginación, pero tiene sus cosas, es
mala a veces.
-Malísima ¡Eso me gusta de ella! A veces me mira de una forma que me dan ganas de ponerle un látigo en la mano.
-Bueno eso es un tema la verdad- se reía-. Pero ese es el escudo de
Teseo, no mirar al ideal, sino mirarla a ella. La metáfora invierte el
signo, porque el espejo de tu ideal es la Melina de carne y hueso, y tu
ideal es lo que te paraliza, no ella. Para vencer eso, tenés que
enfrentar tus demonios. Lo que quiero que entiendas, o sea, por lo
menos, es que acá vos tenés dos enemigos.
-Melina no es mi enemiga.
-No. Pero tenés dos problemas muy diferentes, y vos estabas pegando
todo en una misma cosa. Tenés, primero, un problema interno, el de que
tenés una demanda muy profunda de algo que nadie te puede dar. En algún
momento vas a tener que aceptarlo. Ahora o más adelante, igual lo vas a
tener que hacer. Y no es que sos vos solo que te pasa esto, es lo que le
pasa a todo el mundo. Es el creer que hay una persona por ahí dando
vueltas que nos va a llenar el vacío que tenemos adentro.
-Romanticismo not dead.
-Y decíme – me pasó otro mate- ¿Existe eso? ¿Existe esa persona para cada uno?
-No, puesto así, no. Sería demasiado perfecto. Poco probable. Habría
que cubrir demasiadas variables, habría que suponer alguna clase de
karma o dios que…
-Exacto.
-Y dios no existe. Tampoco el karma. No pueden existir. Jamás.
-Nunca.Y todo este sistema de mierda se basa en vendernos que eso
existe, que el amor perfecto existe, porque en el fondo lo necesitamos.
Demasiado.
-Lo reconozcamos o no, todos quisiéramos poder creerlo…
Un pibe vino a pedir dos pesos en moneda, Héctor le dijo que no tenía, que pregunte al de las garrapiñadas.
-Tenés que poder ir mas allá Palito. Porque si lográs resolver el primer problema, el segundo va a caer solito.
-Lo que me estás queriendo decir es que para estar con Melina, tendría que chuparme un huevo Melina.
-Perfecto.
-No acepto.
-Vas a entrar al templo de la Medusa.
-Si, voy a entrar.
-Pero cuando llegue el momento, usá el escudo, haceme caso.
-No decirle lo que es para mí mismo, decirle lo que es para ella nada más.
-Bueno Palito, capaz que lo veas así es todo lo que puedo hacer por vos hoy.
Dijo esto mientras le cambiaba la yerba al mate. La lluvia se largó un poco más fuerte.
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