La revista
nunca se hizo. Fue otra de esas ideas que podíamos alimentar durante todo el
día, primero en el colegio y después caminando por Pacheco, y que después
quedaban en la nada. Todo dependía siempre de que se pudiesen o no concretar en
el momento, o a lo sumo en un corto plazo muy inmediato. En parte por fiaca,
pero también por concepto, porque la magia estaba en que las cosas pasaran en
el momento en que eran concebidas, sin más sostén que la fuerza del impulso.
Demasiada planificación siempre nos jugaba en contra. Una vez me fui al colegio
con una muda de ropa en la mochila, y cuando terminó el recreo Daniel retuvo al
Chileno en el patio, mientras yo me cambiaba y después convencía al curso para
que participen de la joda. La idea era hacer como si nada y ver si el Chileno
notaba la diferencia. De una remera blanca con jean pase a una celeste con un
jogging negro. Cuando armamos grupo para hacer un trabajo práctico, el Chileno
se me quedó mirando.
-Te hiciste una paja y te acabaste encima.
-¿…?
-La remera,
te la cambiaste.
-¿Qué? –mirándomela-
No, flasháste Chileno.
-Dale
pelotudo, te la cambiaste.
Los pibes
miraban a Marcos con cara rara, y cuando el les preguntó buscando apoyo fue rechazado,
incluso por Antonella. Daniel tiró:
-Me parece
que la paja te está afectando a vos Chileno ¿Por qué no esperás que te suba la
guasca al cerebro de nuevo?- y todos nos reímos, aislarlo era parte del plan.
Cuando se puso de pie y le preguntó al resto de las chicas nadie le pasó
cabida, y entonces se sentó y se me quedó mirando.
-Pero… ¿En
serio no…? Yo te vi hoy. Era blanca la remera.
-¿Estás
bien boludo? ¿Te pasa algo?- le preguntó Héctor.
-No, nada.
Y se quedó
callado. Participó poco en el trabajo práctico, y me pareció que mordía la
lapicera con más frecuencia de lo normal. Una semana después le aclaramos lo
que había pasado y le preguntamos que pensaba del asunto.
-¡Ah yo
sabía! Fue muy raro todo…
-Si pero el
punto es que ya te habías rendido, no bancaste los trapos Chileno- dijo Daniel.
-Y bueno
que querés también…
-Si pero el
problema es que te elegimos a vos porque era difícil convencerte, si le
decíamos a Palo que tu remera era plateada por mas que fuera negra el iba a
decir que era plateada.
-¡Calláte
puto qué decís!- protesté.
-¡Jaja! No
Chileno pero en serio, esto nos preocupa porque significa que el individuo no
puede soportar la presión de la masa si está solo- dijo Héctor.
-Siempre es
mejor si por lo menos hay una persona que te entiende, sino te volvés loco. Es
como en el Proceso de Kafka- dije, disimulando mi irritación.
-No sé si
para tanto- matizó Marcos.
-Chileno yo
no quiero decir nada, pero estuvimos hablando sobre tu conducta ese día, y
notamos varias cosas- dijo Héctor.
-Primero
que todo, después de eso casi no gediste más en todo el día. Hasta Melina te
dio pié en una que dejaste pasar, con lo del gesto de la publicidad de
toallitas- observó Daniel.
-Después
casi no participaste para el trabajo práctico, estabas lento para copiar el
dictado y mordiste tu lapicera más que en lo que va del año- dije.
-Bueno
vayanse a la mierda. Me pueden chupar bien la pija.
-No
entendés Chileno, no sos vos el problema, es todo. Esto significa que si no nos
mantenemos unidos, la masa nos va a absorber y descomponer. Cuando termine el
año, tenemos que encontrar la forma de no perdernos entre nosotros- dijo
Héctor.
-No quiero
verte a vos con 30 años reponiendo en un supermercado, a Palo llevando un carro
de bebé con otro guacho de la mano y a Héctor demacrado por luchas sindicales
dentro de una fábrica de mierda- dijo Daniel.
-¿Y vos qué
hijo de puta? saliendo de un Mercedes. Tomatelá- dijo Marcos.
-Para mí
que se hace futbolista y fracasa en la
B. Se hace puto en el proceso- dije, intentando equilibrar
las agresiones.
-No te
enojes Chileno, fue para bien- dijo Héctor.
-Ya fue, no
pasa nada.
-Sabemos
que tenés sed de venganza, mas vale que la uses contra alguno de nosotros y que
sea productivo- le dijo Daniel.
El Chileno
lo miró. Después me miró a mí, pero no entendí el significado de esa mirada y
seguimos caminando hasta dividirnos.
La semana
siguiente nos juntamos a la noche en la avenida comercial. Cada uno había
llevado una docena de huevos. La causa había sido cuando Héctor le dijo a
Daniel que no rompa los huevos con el asunto de Fernanda y la hermana, y yo
dije que por qué no comprábamos huevos para tirarnos a la noche desde un lado
al otro de la ruta. Hicimos dos bandos. De un lado Héctor y yo, del otro el
Chileno y Daniel. El condimento era que la comisaría estaba a 2 cuadras. Los
lanzamientos eran por turnos, el bando que recibía los disparos no podía
moverse ni taparse la cara. Daniel acertó a Héctor en el hombro, casi en el
cuello. Daniel recibió uno de Héctor en la cintura. El Chileno me dio en el
brazo, y yo apenas logré darle en la pierna. Los últimos tres tiros fueron
reservados para un vale todo que no duró mucho, pero tuvimos oportunidad de
poder tirar por encima de los escasos coches que pasaron. Un par tocaron bocina,
pero como no le pegamos a ninguno nadie paró. Las veredas y la calle eran un chiquero, salimos corriendo una cuadra para
adentro por las dudas. Cuando empezamos a caminar el Chileno se sacó uno del
bolsillo de la campera y me lo aplastó en la cabeza con la mano.
-¡Eeeeh que
puto que sos Chileno! –espeté.
-Muy
rastrero, pero lo vale, mirá como te dejó- festejó Daniel.
Un reguero
amarillo me caía del pelo embadurnado, manchándome la campera de jean. Yo no
estaba realmente enojado, en el fondo estaba implícito que algo así podría
pasar desde el momento en que propuse lo de los huevos, y me había tocado a mí.
Así que cuando pude sacarme la mayoría de engrudo, y con pelo todo pegajoso, ya
estaba hablando lo más bien. Y el Chileno me miró de nuevo, como esa vez hacía
poco. Solo horas mas tarde, después de haber llegado a casa y mientras me daba una ducha, empecé
a pensar en lo que Daniel me había dicho tiempo atrás, y en que Marcos podía estar
celoso de mí por Melina.
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